sábado, 23 de octubre de 2010

Shit.

Yo no sé qué les pasa a los otros que hacen stand up en este país, yo no sé qué creen, qué quieren, qué esperan. Por lo pronto, yo digo.
Imaginate estar enojada, imaginate un deseo irrebocable de romperlo todo, recordá esa vez que hubieses llorado a las gritos como sólo un recien nacido que no entiende nada puede llorar, recordá la vez que lloraste así y la vez que no, la vez que te lo aguantaste o te tapaste con la almohada moderando el horror. Imaginate poder reirte de eso. Qué tal si una vez lograras que todas tus mierdas fueran más que mierda, qué tal si una vez eso que te dijeron y te rompió la cabeza, como un golpe certero en las rodillas, que te quebró hasta el suelo sin piedad no significara tanto realmente, a pesar de haber estado de cara en el piso, respirando el polvo y tus lágrimas. Qué tal si de la humillación más grande que fue infligida sobre tu nimio ser hubiese resultado una sola frase que resumiera en risa todo lo que lloraste. Qué tal si con un micrófono parada en frente de un montón de desconocidos las palabras se volvieran fuerza imparable, la verguenza utilidad y uno deviniera la voz rabiosa que se repliega en la de todos los demás. Entonces aparece una certeza, la de no ser único para nada, la de que a todos nos pasa lo mismo; la prueba de que nada ni nadie es tan importante te permite decirlo todo. ¿Qué importa realmente entonces? que te rías un poco, que te metas la solemnidad en el orto de manera que la existencia sea vuelva un poco más amable. Las palabras en una alquimia maravillosa convierten la mierda en risa, pero primero sacala, mostramela sin pudor y sólo entonces podrás cagarte en ella.

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